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La democracia muere cuando renunciamos a nuestros derechos, por más insignificante que estos parezcan. Por eso necesitamos defenderlos y aprender a reconocer cuando estamos a punto de sacrificarlos a líderes autoritarios en todas partes.

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Recientemente regresé a El Salvador por primera vez en varios años. Fui con mi hija Génesis y la Iniciativa ELLA, una organización sin fines de lucro que ella fundó, para otorgar becas a niñas y mujeres jóvenes para que puedan terminar la escuela secundaria o la universidad.

Fue un gran honor conocer a estas jóvenes y escuchar sus esperanzas y sueños. Poner pie en la escuela de mi infancia, después de 40 años, también es un momento de cierre del círculo para mí. En sí fue un momento de sanar heridas y reconciliar memorias, y me sentí muy orgullosa, de que mi hija ahora encuentre una conexión con un lugar que significa tanto para mí y para mis hermanas, que tuvimos que huir en la década de 1980 durante la guerra civil de El Salvador.

Volver al país que también considero casa siempre es agridulce. Después de décadas de violencia y miedo, me emocioné al ver cuántas personas, incluyendo mi propia familia, finalmente pueden caminar por las calles y sentirse seguros, e imaginar un futuro mejor para ellos y sus hijos. El actual presidente de El Salvador se autodenomina “el dictador más cool,” y su receta para traer la paz al país es con “la mano dura”: ha arrestado a más de 75.000 personas con presuntas conexiones a pandillas y ahora amenaza con encarcelar también a sus familiares. Ha suspendido los derechos civiles de los que detiene, y eludió la constitución del país para postularse para un segundo mandato y permanecer en el cargo.

Para muchos salvadoreños, después de años de violencia, esto parece un pequeño precio a pagar para disfrutar de la paz y tranquilidad que nos ha faltado. La tasa de homicidios de El Salvador ha pasado de ser una de las más altas de la región a la más baja; es un tercio de la tasa de homicidios en Estados Unidos. Sin embargo, El Salvador ahora encarcela a más personas de su propia población que cualquier país del mundo; más incluso más que Estados Unidos, que encarcela a 1.8 millones de personas.

He estado pensando mucho en lo que estamos dispuestos a renunciar en momentos de división, crisis y miedo. Especialmente en un momento en que nuestro propio aspirante a dictador, Donald Trump, planea su regreso al poder.

Decir que Trump quiere ser un dictador no es una exageración. Él mismo lo dice. Ostenta sus planes de buscar venganza y castigar a todos aquellos que se le oponen. Está reclutando asesores que antepongan la lealtad al MAGA al estado de derecho. Fracasaron en su último intento de tomar el poder, por lo que no volverán a correr ese riesgo.

Y en muchos estados controlados por los republicanos, las legislaturas ya han quitado a las mujeres la libertad de controlar sus propios cuerpos. También planean criminalizar a los médicos y censurar a los maestros.

¿Estamos más seguros en Estados Unidos porque encarcelamos a tanta gente, o somos más fuertes porque castigamos a los que vienen aquí para una vida mejor? No. ¿Estamos más seguros cuando renunciamos a nuestras libertades, una por una? No por mucho tiempo. Ni aquí, ni en El Salvador, ni en ningún lado.

Y, sin embargo, muchos son atraídos por las promesas de Trump, incluso cuando saben que, estas en verdad son vacías. Esto incluye a muchos inmigrantes de mi generación, que aprendieron a mantener la cabeza gacha y la boca cerrada para poder darle a nuestros hijos las oportunidades y esperanza que muchos no tuvimos. Los republicanos saben esto, y están promocionando agresivamente un mensaje de prosperidad a nuestras comunidades de imigrantes y de clase trabajadora, quienes pagarán un precio muy alto y peligroso.

Mi esperanza es que personas como nosotros seamos votantes que se den cuenta de esta propaganda y se mantengan alertas ante cualquier líder que va demasiado lejos y abusa de su poder. Y, que frente a eso, no se queden callados.

La autora Isabel Wilkerson, en su libro Casta: El origen de lo que nos divide, describe la democracia estadounidense como una casa antigua que por fuera parece hermosa. Al entrar, descubrimos vigas alabeadas, grietas y fisuras. Estos defectos nacen de injusticias que se produjeron mucho antes de nuestro tiempo, como la trata de esclavos en el Atlántico y el robo de tierras ancestrales de los pueblos nativos. No son culpa nuestra, pero las heredamos.

Vivimos aquí ahora, y por eso es ahora nuestro deber reconstruir esta casa para que sea más fuerte que cuando la heredamos, , para que no se desmorone antes de que podamos heredárla a nuestros hijos. Esta es nuestra democracia.

Todo esto depende de nosotros. Puede parecer que un solo voto o una sola beca no marcan la diferencia, pero si son más importantes de lo que nos imaginamos. Cada vez que nos conectarnos y creemos unos en otros, fortalecemos nuestra sociedad y nuestra democracia. La democracia es frágil e imperfecta, pero juntos somos nosotros mismos nuestra mejor esperanza para construir un sistema que sea justo, inclusivo y aumente las oportunidades para todos.

Esto es lo que puedes hacer:

  • Si eres ciudadano estadounidense, regístrate para votar.
  • Conéctate con un grupo de miembros de People's Action cerca de tu ciudad. Tenemos 42 grupos miembros en 32 estados. Aquí es donde puedes encontrar un hogar organizador y conectarte con otras personas que comparten tus esperanzas y sueños.
  • Únete a nuestra próxima capacitación de Deep Canvass para que pueda aprender cómo tener conversaciones transformadoras a pesar de las diferencias.
  • Únete a uno de los muchos bancos de teléfonos y sondeos profundos que estamos organizando con aliados en todo el país este año.
  • Obtén más información sobre nuestro Avivamiento de base y únete a una de nuestras capacitaciones para organizadores, donde podrá aprender las habilidades fundamentales para organizar y lograr un cambio significativo en tu lugar de residencia y en todo el país.
  • Dona y ayúdanos a alcanzar y capacitar a millones de personas, para que juntos podamos cambiar el curso de nuestras vidas, nuestras comunidades y el país que compartimos.

Únete a People's Action para que juntos, hagamos todo lo posible para construir una democracia de de la que podamos sentirnos orgullosos de heredar a nuestros hijos y nietos.

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