Ahora nos toca a nostoros luchar para defender y ampliar los derechos que los valientes de otros tiempos lucharon para ganar.
Nada me llena más el corazón que cuando veo a la gente común alzar la voz por los que quieren. Eso es lo que hicieron nuestros miembros la semana pasada en Washington, D.C., cuando miles de personas de todo el país acudieron para exigir que nuestros representantes cumplen con su oficio e impidan que la administración Trump les arrebate la atención médica y la vivienda a decenas de millones de estadounidenses.
Eso es lo que ocurrirá si se aprueba el cruel presupuesto que han propuesto los republicanos del Congreso. Se recortarán casi un billón de dólares de Medicare, Medicaid, la asistencia alimentaria SNAP, la educación y la vivienda. Y cada centavo que nos quiten se destinará a pagar recortes de impuestos para los ultrarricos y las grandes corporaciones.
Nuestra gente alzó la voz, porque conoce de primera mano el daño que estos recortes causarán a sus familias. También sabe por experiencia propia que se puede tener tres trabajos en Estados Unidos y aun así no tener seguro médico ni lo suficiente para comer.
Para las decenas de millones de estadounidenses trabajadores que dependen de los servicios gubernamentales para vivir con dignidad básica, el presupuesto de Trump será una auténtica catástrofe. Por eso vinieron a Washington: para compartir sus historias, alzar la voz y solidarizarse con quienes exigen cuentas a sus líderes.
Se puede ver la transformación que ocurre cuando las personas alzan la voz por primera vez y descubren su poder para unirse con otros por primera vez. Como organizadora comunitaria, lo he visto una y otra vez, y lo he experimentado personalmente.
Así que ahora es el momento de luchar. Debemos usar todas las herramientas que nos quedan para asegurar que la riqueza que generamos se destine a ayudar a quienes más la necesitan. Así es como cerramos la brecha de la desigualdad y así es como logramos prosperidad para todos. Trump y sus amigos ultrarricos solo pueden saquear nuestros impuestos si el Congreso se lo permite. Y el Congreso debe, al menos en teoría, rendirnos cuentas antes de destruir programas que salvan vidas.
Y, sin embargo, la verdad es que puede que no ganemos esta batalla. En pocas semanas, este cruel presupuesto pasará al Senado, controlado por los republicanos, para su votación, y Trump ha prometido firmarlo antes del 4 de julio. Es en momentos como este que debemos recordar que por cada victoria visible —como la Ley de Derechos Civiles de 1965, que abolió la discriminación racial, la decisión Obergefell de 2015, que estableció el derecho a casarse con quien se ama, o la Decimonovena Enmienda, que otorgó a las mujeres el derecho al voto en 1920— hubo décadas de reveses y derrotas. Y hubo innumerables protestas y reuniones lideradas por organizadores dedicados en sótanos de iglesias y sedes sindicales que nunca llegaron a los titulares.
Sin embargo, victorias como estas se lograron porque hubo gente que creía, como tu y yo ahora, que como nación podíamos hacerlo mejor, que la democracia, con todas sus imperfecciones, podía expandirse para crear una sociedad más justa para todos. Así que tenemos que perseverar, como ellos lo hicieron, a pesar de reveses como estos.
¿Por qué alzar la voz, se preguntan algunos, cuando nuestro gobierno solo parece rendir cuentas a los ricos y poderosos? ¿Por qué arriesgarnos cuando ciudadanos y no ciudadanos por igual son despojados de sus derechos y tratados con una crueldad sin precedentes, e incluso expulsados del país?
La razón es que si no luchamos ahora, no quedará nadie que alce la voz por lo que podría ser diferente. Si queremos que nuestros hijos y vecinos defiendan lo que es correcto, primero debemos hacerlo nosotros mismos. Antes de que actúen, deben vernos y oírnos alzar la voz: por eso debemos alzar la voz ahora.
Ya sabemos que nuestros sistemas de salud, vivienda y educación distan mucho de ser perfectos. Incluso antes de estos recortes, muchos de nuestros seres queridos se quedan sin recursos. Sin embargo, para lograr un mundo mejor, primero debemos imaginarlo. ¿Cómo podemos reimaginar nuestro futuro si no hemos participado en la lucha por la justicia en el presente? ¿Cómo reconstruiremos si nos mantuvimos al margen? ¿Cómo nos recuperaremos de la derrota si nos rendimos?
Tengo plena confianza en que podemos, y lo haremos, superar este momento oscuro. Pero solo si todos alzamos la voz y nos unimos ahora.
Los redactores de la Constitución reflexionaron detenidamente sobre cómo crear un orden que resistiera la tiranía de los poderosos. Este orden se encuentra a prueba ahora, como lo ha sido antes, pero ha perdurado durante 250 años. Sin embargo, no somos ingenuos. Muchos, de hecho la mayoría de nosotros —mujeres y personas de color— ni siquiera fuimos considerados personas plenas por los redactores. Por eso, hemos tenido que luchar para ser reconocidos e incluidos en la promesa de la democracia. Luchamos y ganamos. Gracias a que quienes nos precedieron con valentía nos abrieron el camino, ahora tenemos derechos. Ahora nos toca luchar para defenderlos y ampliarlos.
Es hora de luchar. ¡Únete a nosotros!