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Nos ponemos de pie, levantamos nuestras voces, y tomamos la palabra.

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Tengo tanto orgullo de cada uno de ustedes, los miembros de People’s Action y People’s Action Institute, que vinieron de todo el país esta semana a Washington, DC, con tanta fuerza y belleza. Frente al Capitolio, tomamos la palabra para decir a los legisladores y a las grandes corporaciones que no permitiremos que quiten alimentos y la atención médica a las familias para llenar los bolsillos de los multimillonarios. ¡Gracias!

Nos pusimos de pie, y levantamos nuestras voces. Ustedes vinieron a Washington desde estados como Nevada, Texas y Maine- en total, desde 27 estados y 60 distritos del Congreso- para defender nuestra democracia y exigir que nuestro gobierno trabaje para nosotros, no para unos pocos codiciosos.

Ustedes me inspiran porque son poderosos, con una fuerza que nadie les puede quitar: el poder de organizarnos, y de defender lo justo juntos. Incluso en un momento como este, cuando parece que nuestra democracia y hasta la dignidad de cada persona están bajo ataque, están a la altura de las circunstancias.

Ustedes son quienes nos ayudan a salir adelante: por eso tengo fe en ustedes. Y como son organizadores, saben qué hacer: hablar con sus vecinos, crear conexiones y encontrar los puntos que tenemos en común. Alzan la voz cuando algo no está bien. Defienden a los vulnerables de la injusticia y encuentran soluciones. Siempre juntos.

Como organizadores, sabemos que tenemos este poder en tiempos normales, pero es aún más importante aprovecharlo en tiempos de crisis. Tenemos el poder de conectarnos entre nosotros de una manera que nos ayude a descubrir y crecer en nuestra fuerza compartida. Esto es algo que nadie nos puede quitar.

Los eventos de esta semana me hacen pensar en la primera vez que conocí a Shel Trapp, uno de los fundadores de nuestra organización, hace veinticinco años. Shel se presentó en mi puerta en Kansas un día con una pregunta sencilla: “¿Por qué quieres ser organizadora?”

Trapp nunca vino para jugar. Era la primera vez que nos encontramos, pero me pidió que escribiera una respuesta de dos páginas, y que volvería por la tarde para recogerla.

Me quedé desconcertada. Tenía treinta años, y en ese momento educaba a mis tres hijas, que tenían un año, cuatro años y ocho años en casa. Ni siquiera estaba segura de entender bien lo Shel quería saber. Pero Laura Dungan, la organizadora local que me animó a conocerlo, estaba segura de que yo estaba a la altura de la demanda.

Al escribir mi respuesta, pensé en muchas cosas: mis experiencias construyendo iglesias en Wichita y todo lo que había presenciado cuando era niño en El Salvador, cuando me vi obligado a huir de una guerra civil que destrozó comunidades y familias con una violencia indescriptible, y divisiones profundas que dejaron heridas aún abiertas para muchos.

Pero en este momento, me di cuenta que como tenía la capacidad de sobrevivir a esas cosas, debía hacer todo lo posible para ayudar no solo a mis vecinos, sino también a muchos otros para mejorar nuestras vidas, juntos. Conocía demasiado bien el sentimiento de impotencia que surge al quedarse al margen cuando suceden cosas malas. Como organizadora, descubrí que tenía el poder de hacer algo al respecto. Eso fue lo que le dije a Shel.

En este momento, hay muchas cosas que nos hacen sentir impotentes o que parecen estar fuera de nuestro control. Sin embargo, no debemos sentirnos paralizados: debemos alzar nuestras voces y solucionar lo que podemos. Hay necesidades urgentes y el poder para abordarlas está en nuestras manos.

Ustedes tienen el poder de hablar con la gente, llamar a sus representantes y de cruzar la calle para hablar con sus vecinos. Estos son actos de poder comunes y corrientes. Pero si los hacemos en cantidad suficiente, uno por uno, serán las cosas que nos mantendrán unidos.

Esto se ve diferente en diferentes estados y en diferentes comunidades. Me conmueven tanto las historias que escucho de todos ustedes de cómo están trabajando para identificar y responder a lo que más se necesita en donde viven. Y juntos, podemos señalar a los problemas estructurales que necesitan soluciones compartidas, como lo hicimos en Washington. Hablaremos mucho más sobre todo esto en las próximas semanas.

Por ahora, solo quiero agradecer a cada uno de ustedes, y que sepan la confianza que les tengo, y que tenemos el poder de enfrentarnos a este momento. La manera en que nos presentamos juntos en Washington me lo demuestra. Y apenas comenzamos.

 

 

 

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