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El costo humano del huracán Helene sigue aumentando: más de 220 personas han muerto en seis estados y cientos siguen desaparecidas en un radio de 800 kilómetros de destrucción. Helene ha tenido un impacto devastador en las comunidades pobres, de bajos ingresos y rurales, donde se ha cortado el acceso a alimentos, agua y servicios de emergencia.

Como directora de una red nacional de organizaciones de base, nuestros miembros en grupos como Down Home North Carolina y Hometown Action están en el terreno en muchas de estas pequeñas comunidades, conectando a las personas con la ayuda que necesitan. Siempre me alegra el corazón ver a los vecinos ayudar a sus vecinos tras un desastre natural.

Pero la verdad es que las inundaciones y huracanes devastadores como Helene, que destruyen las vidas de cada vez más personas, no son nada naturales. Son el resultado directo del aumento de las temperaturas y del nivel del mar que son causados ​​por nuestra dependencia de la quema de petróleo y gas. Y esta dependencia, a su vez, es causada por la codicia insaciable de las empresas de combustibles fósiles.

Durante medio siglo, las mayores empresas productoras de combustibles fósiles como ExxonMobil han negado la evidencia de que la quema de petróleo y gas calienta el planeta, causando tormentas, sequías e incendios forestales. De hecho, cuando los propios científicos de ExxonMobil les advirtieron en 1977 que se avecinaba un desastre climático, los ejecutivos suprimieron los datos para ocultar la verdad al público.

Los científicos coinciden en que la única manera de frenar desastres climáticos como el de Helene es poner fin a nuestra dependencia de los combustibles fósiles y hacer la transición a fuentes de energía más limpias. La buena noticia es que la energía del viento y solar es cada año más barata, y muchos países se han dado cuenta de que esta transición a la energía verde también mejora su economía. En Gran Bretaña, donde nació la Revolución Industrial, acaban de cerrar su última central eléctrica de carbón, dos años antes de lo previsto.

Pero no sucede nada como esto en los Estados Unidos. Más del 25 por ciento de nuestras emisiones de gases que calientan nuestro planeta provienen del uso de carbón y gas para producir electricidad. Y si Donald Trump es elegido presidente, nuestra dependencia de los combustibles fósiles y los desastres climáticos que estos provocan serán mucho peores.

En una reunión a puertas cerradas con ejecutivos petroleros en abril, Trump prometió desmantelar las protecciones ambientales creadas por la administración Biden y permitir que las compañías petroleras expandan las perforaciones, a cambio de mil millones de dólares en contribuciones a su campaña.

No es la primera vez que Trump ha ofrecido regalos e los gigantes del petróleo y del gas: en su primer mandato, Trump eliminó más de 125 normas ambientales y otorgó grandes reducciones de impuestas a las compañías energéticas. Como resultado, Estados Unidos ahora extrae más petróleo del suelo que cualquier otro país en la historia, y empresas como ExxonMobil y Chevron están reportando ganancias récord.

Pero ahora estas grandes empresas y sus ejecutivos quieren aún más beneficios, y saben que Donald Trump les dará lo que quieren, por un precio muy alto. Pero el precio real de lo que Trump ha prometido –eliminar las protecciones ambientales y aumentar nuestra dependencia de los combustibles fósiles– lo pagaremos en vidas, tú y yo, y todos los que nos encontremos en la trayectoria de supertormentas como Helene. Esta es una de las muchas razones por las que no puedo votar por Trump, ni debería hacerlo ninguna persona a la que le importe el futuro de nuestra nación, nuestro planeta y nuestras familias.

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