Los días entre Navidad y el Día de los Reyes son una época de gran alegría en nuestra casa en Wichita. Con mi esposo Reuben, compartimos una familia grande y mixta con nuestros cinco hijos, que ahora tienen entre 20 y 30 años. Una de mis hijas vive en un pequeño pueblo, y con la familia de su esposo podemos comprender la belleza y los desafíos de la vida rural en Kansas.
Lo que nos une son las tradiciones de nuestras diferentes culturas y orígenes. Los mayores mantienen vivas las tradiciones, con las comidas y música típica de El Salvador, mi país natal, y de los afroamericanos en Wichita, donde creció Reuben. Los niños siempre piden sus platos favoritos, ya sean los “black-eyed peas” de Reuben o mis panes con pollo. Así es que, en estos días, nuestra sala rebosa de alegría.
También recibimos visitas de amigos que conocemos desde hace décadas, tanto como amigos nuevos que se añaden a la mezcla. Algunos son inmigrantes como mi hermana y yo, quienes hemos construido familias y futuros aquí. Somos latinos, blancos y negros, homosexuales y heterosexuales, cristianos y judíos, personas de fe profunda o sin religion. Demócratas y republicanos. Somos personas rurales y urbanas, que trabajamos con nuestras manos, corazones y mentes: un contador, un contratista, un camionero, un abogado y un ingeniero. Somos todos nosotros. Somos América.
Juntos hablamos, comemos, bailamos y reímos. Generalmente no hablamos de política, pero cuando lo hacemos, nos escuchamos unos a otros, porque son personas en las que confiamos. A veces no estamos de acuerdo, pero la alegría de la amistad siempre nos vuelve a unir.
Este año, sin embargo, sentí una especie de tristeza que atraviesa las generaciones: una sensación de que los problemas urgentes que enfrentamos no obtienen las respuestas que necesitan de nuestros líderes políticos, mientras que las esperanzas de una vida mejor se apagan.
Mi hija mayor y sus amigos enfrentan montañas de deudas por sus estudios universitarios, y se preguntan si algún día llegarán a ser dueños de su propia casa. Mi hija menor y sus amigos se preguntan si vale la pena buscar una carrera mientras el planeta arde y los conflictos violentos hacen estragos. Los que son propietarios de pequeñas empresas se sienten presionados por todos lados. Las mujeres y las minorías cada vez pierden más derechos básicos. Y los que son inmigrantes, o aman a los inmigrantes, temen una nueva ola de odio y hostilidad.
Por si todo eso fuera poco, estamos en un año electoral en el que todo está en juego. Por eso me sorprendió escuchar, en las conversaciones que tuve durante las vacaciones, cuántas personas se preguntan si votarán o no.
Es difícil sentir entusiasmo cuando nuestra clase política parece ofrecer pocas alternativas significativas y el ritmo del cambio es lento. Sin embargo, votaré y quiero que todos los que conozco voten también.
Votaré porque sé cuál es la alternativa a la democracia: la desesperación. Los autoritarios no ofrecen soluciones, sólo miedo. Y votaré porque veo la diferencia que hace un buen gobierno, en pequeños y grandes aspectos.
Los votos que emitimos en 2020 fueron tan importantes. Enfrentamos a los que utilizaban la violencia para dividirnos. Y ahora, por primera vez, nuestro gobierno federal está invirtiendo billones para sentar las bases de una economía limpia, con la energía verde: las emisiones de gases de efecto invernadero redujeron este año, aun cuando la economía crece. Todo el mundo está de acuerdo en que esto no es suficiente, pero vamos por buen camino.
En People's Action Institute, tenemos una visión a largo plazo para elegir líderes en quienes podemos confiar y que realmente representan a nuestras comunidades. Esta estrategia está empezando a dar frutos. En Chicago, una década de esfuerzos de organización de base condujo a terminar con la fianza en efectivo y a la elección de Brandon Johnson como alcalde, quien ahora está impulsando una nueva visión de la seguridad pública sin encarcelamiento masivo.
En Pittsburgh, Sara Innamorato acaba de ser juramentada como la primera mujer en desempeñarse como ejecutiva del condado de Allegheny, donde supervisará un presupuesto de $3 mil millones en una de las áreas metropolitanas más grandes del país. En uno de sus primeros actos oficiales, aumentó el salario mínimo para los empleados del condado, y aumentó los fondos para el cuidado de los niños en $500,000, y habrá más para las familias trabajadoras. Las prioridades de la comunidad, dice Sara, son sus prioridades.
"Tenemos que acostumbrarnos a identificar las injusticias, nombrarlas y entenderlas, porque sólo entonces podremos erradicarlas, reparar nuestros cimientos y reconstruir sobre bases más sólidas", dijo Innamorato al prestar juramento.
Encontrar y desarrollar campeones que sean del pueblo como Sara y Brandon requiere tiempo, recursos y esfuerzo. Y apoyarlos una vez que estén en el cargo es igualmente importante, cuando la oposición utiliza recursos casi ilimitados para promover sus intereses.
En 2020, People’s Action hizo todo lo posible para conseguir votos. Lo haremos de nuevo en 2024. Para ello utilizaremos el sondeo profundo, una técnica que ha demostrado su poder para unir a personas que superan profundas divisiones ideológicas y diferencias culturales. También forjaremos conexiones que nos ayudarán a restaurar nuestra fe unos en otros.
De manera que este año sí votaré y espero que usted también lo haga. Porque el futuro que todos necesitamos sólo llegará si cada uno de nosotros da un paso al frente.
En 1988, el reverendo Jesse Jackson habló ante la Convención Nacional Demócrata sobre la “margen de esperanza”: cómo un puño de votos puede cambiar las posibilidades para las generaciones venideras.
¿Cuál es nuestro margen de esperanza en 2024? Es el amor el que nos ayuda a encontrar puntos en común. Debemos recordar que solo han pasado unos pocos años desde que a muchos de nosotros se nos permitió votar por primera vez, casarnos con quienes amamos y tener voz y voto en nuestras propias vidas. Las reuniones que celebramos en mi casa, y de hecho mi propia familia, ni siquiera habrían sido legales hace sesenta años.
Por eso, para mí, votar es un acto de amor, en una época en la que nuestros derechos y todo lo que apreciamos está en juego. Así que el antídoto a la desesperación es no dejar que nos quiten el voto.
Juntos, somos una familia. Juntos somos América. Y juntos podemos ganar el mundo que necesitamos.